Los niños, aunque traviesos sean, son inocentes… es cierto que pelean ¡sí! Pero en fracciones de segundos olvidan y vuelven a jugar y compartir carcajadas con sus compis. En eso reside, la grandeza de un niño.
“Si todos los adultos nos dejáramos contagiar con la risa de un niño, el mundo en que vivimos sería distinto”
Anak-Anak
En este post, solo hacemos un paréntesis a la reflexión. ¿Te imaginarias que todos los adultos estuviésemos contagiados… pero de la risa de un niño? Esa inocencia que enmarca el rostro de los pequeños cuando sonríen, mezclada con unas pinceladas de picardía o travesuras.
Seamos como niños ¡La grandeza de un niño!
Si los adultos viviéramos desde esa óptica, que bonito sería el mundo hoy en día. Las guerras y los conflictos solo serían relatos de ficción cuya realidad solo pasaría en las pantallas de cine. ¿Puedes imaginarlo? Yo sí, y que bonito sería.
Por eso, el dicho de “Los niños son el futuro de la humanidad” y de nosotros depende forjar su futuro. Pero, para ello los mayores deberíamos empezar a cambiar algunas cosas ¿no crees? Los niños no deberían conocer el odio, ni el rencor o malos tratos de quienes los rodean, los niños no deberían aprender a menospreciar a alguien por su raza o clase social. Solo debemos dejarlos ser niños, sumerjidos entre risas, juegos y travesuras sanas.
No podemos cambiar a la sociedad de la noche a la mañana, pero si podemos inculcar valores y principios morales en nuestros hijos, guiarlos por el respeto, la honestidad y la compresión, crear vínculos afectivos para que se sientan seguros de ellos mismos y fomentar la comunicación entre padres e hijos.
Con todo lo dicho, sabemos que no podemos cambiar a la sociedad de la noche a la mañana, pero si todos remáramos hacia ese mismo norte, el mundo y la sociedad misma, serían mejores. ¿A que sí sería bonito contagiarnos de la grandeza de un niño?